Las ardillas no son, por definición, unas mascotas excesivamente cariñosas, aunque si las traemos a casa cuando son pequeñas podemos lograr que se adapten a nosotros y adquieran confianza. Se trata de un animal de compañía bastante independiente y les gusta estar a su aire.
Las ardillas son más activas durante el día, por lo que podemos dejarlas sueltas por algún lugar de nuestra casa al menos una vez al día para que puedan hacer ejercicio y gastar energía. Si lo hacemos de cara a la tarde, ellas mismas volverán a su jaula cuando llegue la noche. Eso sí, tendremos cuidado de dejarlas en algún lugar donde no puedan hacerse daño y donde tampoco puedan estropear un mueble o cosas de valor, ya que las ardillas dejarán orina y heces en su camino. Una vez entren en la jaula a dormir, no las molestaremos más.
En ocasiones, las ardillas no conviven bien con otras mascotas como perros o gatos, aunque se llevan mejor con cobayas y conejos. Respecto a la relación que se establece entre ellas, es más conveniente dejar una ardilla sola en la jaula ya que no conviven adecuadamente si disponen de un espacio reducido.
Los expertos recomiendan no tener ardillas si no disponemos de tiempo para dedicarle, sacarla a hacer ejercicio, etc. Tampoco si tenemos un piso pequeño, ya que además de moverse mucho se comunican a base de ruidos que pueden resultar molestos. Y tampoco si trabajamos de fuera de casa todo el día y volvemos a última hora, las ardillas necesitan atención más constante. Cuando llega el otoño, las ardillas pueden volverse más agresivas con las personas.
Será importante elegir bien la ubicación de la jaula de nuestras ardillas, evitando la luz del sol directa y las corrientes de aire. También las alejaremos de la televisión o equipos de música porque les puede molestar el ruido, y tampoco las pondremos en la cocina porque los olores y vapores son muy malos para su olfato.