El diamante mandarín se caracteriza por ser un pájaro activo, inteligente, hábil y veloz y con cierta agresividad hacia miembros de su misma especie, por lo que no deberemos mezclar nunca machos con hembras.
Podemos encontrar muchos modelos de nidos para colocar al diamante mandarín, aunque ellos prefieren una caja nido con apertura delantera, una caja que podremos rellenar con fibras de coco, por ejemplo. Deberá ser un habitáculo grande, ya que necesitan mucho espacio para moverse. Además, precisan aire fresco y luz solar natural por lo que ubicaremos su hogar al lado de una ventana o en el exterior siempre que las temperaturas no sean excesivas.
El diamante mandarían pertenece a la familia de los granívoros australianos y, por ello, se alimenta fundamentalmente de semillas. Podemos darles mezclas comerciales para aves exóticas con diferentes tipos como mijo, panizo y alpiste. También comen algunos insectos y podemos complementar la dieta con alimentos verdes como pamplina, diente de león o lechuga, que les aportarán muchas vitaminas, minerales y oligoelementos.
Los diamantes mandarines son aves muy fuertes y pueden llegar a aceptar temperaturas inferiores a 5ºC. Además, disfrutan bañándose en agua limpia, un baño diario es algo necesario para ellos.
Cuando llevemos al diamante mandarín a nuestra casa, deberemos proporcionarle mucha tranquilidad para que se vaya adaptando a su nuevo hogar; para ello, les hablaremos con suavidad y nos acercaremos lentamente para que se acostumbren a nuestra presencia y confíen en nosotros.
Deberemos, también, darles la oportunidad de que vuelen libremente por casa al menos durante una hora al día.
Como curiosidad, en un reciente estudio publicado en la revista Biology Letters, descubrieron que el diamante mandarín puede reconocer a sus familiares a través de su sentido del olfato. Para demostrarlo, los investigadores separaron a los recién nacidos de sus padres desde el primer momento de su nacimiento. Cuando los pichones tuvieron 30 días de edad, los investigadores les dieron muestras de olor del nido de sus padres y del nido donde fueron criados. Los polluelos eligieron el nido de sus padres, algo que para los investigadores demostraba que podían oler a sus familiares. A pesar de no saber si todas las aves poseen este sentido del olfato tan desarrollado, los científicos creen firmemente que las aves cantoras sí lo tienen.