Los ladridos de un perro pueden llegar a molestar y por eso debemos convertirnos en dueños responsables tratando de evitar algunas conductas que puedan incomodar a los demás.
El ladrido es algo normal y hasta sano para el animal. No obstante, quien permite que su perro ladre en exceso está contribuyendo a crear un problema para todos, pudiendo provocar un rechazo al animal, por ejemplo, por parte de sus vecinos llegando incluso a desembocar en posibles denuncias. Por eso debemos saber que el ladrido excesivo de nuestro perro se puede reducir e incluso eliminar.
Un perro puede ladrar por muchos motivos. Por ejemplo, razas como el Terrier lo hacen para avisar del comienzo de la caza, el Husky aúlla para dirigir a la manada, otros ladran por miedo, otros por ser territoriales, por estímulos excitantes, soledad, ansiedad…
Podemos actuar sobre las causas que provocan un ladrido excesivo facilitando que jueguen con otros animales, que no estén en zonas muy transitadas. Lo primero, identificar esos problemas que traen el ladrido.
- La soledad. Es la causa más común. Los perros tienen un comportamiento social y necesitan compañeros a su alrededor para estar seguros. En casa, la familia es la que actúa como ese grupo y si mantenemos al animal mucho tiempo separado de nosotros ladrará para mostrar su sensación de soledad. Para solucionar esto podremos hacer que el perro viva dentro de casa pero si esto no es posible, adquirir un segundo perro se convierte en otra solución.
- Miedo. Existen perros que ladran porque se sienten agitados o amenazados por estímulos exteriores. Si están en un lugar muy transitado o con mucha actividad humana ladrarán para proteger su territorio y también por miedo a los extraños. Por eso, buscaremos una ubicación donde el animal esté poco expuesto a estas situaciones; si dispone de una caseta para meterse a descansar se sentirá más a gusto. También es recomendable evitar que esté en un lugar donde pueda ser “molestado” por personas que no son de la familia.
Otras causas pueden ser la falta de socialización, aburrimiento o ansiedad por separación. En estos dos últimos casos, optaremos por proporcionarle juguetes para que esté distraído y entretenido.
Cómo educarle
Si ladra por miedo, no lo acaricies ni lo tranquilices, porque si le damos una reacción positiva reforzará su conducta y no podremos evitar esos ladridos. Si ladra para que le saquemos de paseo o pide algo no deberemos ceder y no le recompensaremos hasta que esté en silencio.
Enséñale la palabra Silencio y No para que sepa lo que debe hacer. Para que lo aprenda, necesitará un estímulo negativo, por ejemplo, cuando ladre en un momento que no deba hacerlo, rociaremos la boca con zumo de limón y diremos Silencio en tono fuerte. Cuando esté callado, le acariciaremos y le daremos una recompensa. Si se enfrenta a alguno de los casos en los que anteriormente hubiera ladrado y no lo hace porque ya lo ha aprendido, le daremos caricias, galletas y le prestaremos más atención.
Nunca le golpearemos ni cerramos su boca ya que al final esto solo le da más miedo e incluso puede hacer que ladre más.