Insectos (estomofobias), serpientes (ofidiofobia), perros (caionofobia), gatos (ailurofobia), arañas (aracnofobia), palomas, pájaros. Son los animales a los que más habitualmente les tenemos fobia los humanos. Fobias específicas y concretas que, por supuesto, llegan a su punto culminante cuando estamos viendo al animal en cuestión y, más aún, si este está en movimiento. La fobia a los animales, o zoofobia, es un terror patológico a un animal.
En la mayoría de los casos no hay nada racional en ese miedo. No suele responder a un episodio vivido en el pasado. Simplemente se tiene. Se tiene y se sufre cuando el animal está delante, pero también cuando no. El simple pensamiento puede llevar a las personas con fobia a pasarlo realmente mal.
Provoca mucha sudoración, taquicardias, ansiedad y, en los casos más exagerados, incluso ataques de pánico.
¿Se puede curar la fobia a los animales?
Como con cualquier otra fobia, existen tratamientos tendentes a hacer desaparecer la fobia a los animales. Obviamente no son 100% efectivos. Además, algunos de ellos, como el de enfrentar directamente a la persona con sus miedos, hay mucha gente que, directamente, se niega a hacerlo. El simple hecho de pensarlo ya puede generar pánico.
Estos son algunos tratamientos de la fobia a los animales:
- Terapia de exposición: nos hemos referido antes a ella. Consiste en enfrentar al paciente con su fobia. Eso sí, no es algo que se haga de golpe. Lo mejor es llevarlo a cabo progresivamente. Por ejemplo, si el miedo es a los perros, podemos empezar por ver el rabo, o simplemente una foto.
- Terapia cognitiva: este sistema no se utiliza tanto para tratar de atacar la fobia a los animales, aunque también puede ser usado en alguna ocasión. Consiste en dar al paciente toda la información posible sobre el animal.
- Método de choque: diríamos que es el primero de los tratamientos, pero llevado al extremo. Nada de ir poco a poco.
- Insensibilización sistemática: hemos comentado antes que la fobia a los animales no solo aparece en el enfrentamiento directo, sino que el simple hecho de pensar en él provoca verdadero pánico. En eso se basa esta terapia: obliga al paciente a pensar en el animal, se detiene cuando no pueda controlar su ansiedad, y retoma el pensamiento una vez recuperado.
Quién no tenga fobia a los animales quizá no pueda comprender los ataques de pánico que sufren las personas cuando se cruzan con su temido animal. Los que la padecen no se la recomiendan a nadie.