Un alto porcentaje de mascotas sufre obesidad, considerando obesidad cuando el peso del animal supera en un 15% su peso óptimo.
En los perros, la predisposición a sufrir obesidad aumenta con el paso de los años y es más habitual en hembras que en machos, y mucho más común en perros castrados. Además, se ha comprobado que un perro puede ser obeso más fácilmente si tiene dueños obesos.
Cuando se ha diagnosticado la obesidad en nuestra mascota, deberemos realizarle un completo examen físico para comprobar si tiene adema o ascitis, ya que pudiera ser confundido con una obesidad.
Existen algunas enfermedades que traen como consecuencia obesidad, como es el síndrome de Cushing, el hipotiroidismo, insuficiencia cardíaca congestiva, diabetes mellitas, etc.
Un perro con obesidad ve reducidas su esperanza de vida y puede provocarle problemas circulatorios, locomotores, en la piel, en el sistema reproductor, y en animales obesos las neoplasias aumentan entre un 40 y un 70%.
Asimismo, los animales obsesos sufren problemas respiratorios derivados de un aumento de la demanda de oxígeno necesaria para abastecer ese incremento de la masa corporal. Aumenta la dificultad para respirar y se reduce la eficacia respiratoria. Por otro lado, la obesidad conlleva hipertensión y un mayor trabajo del corazón para llevar la sangre a más tejidos.
La solución pasa, en primer lugar, por que el animal pierda peso, aunque las alteraciones cardíacas deberán ser vigiladas por un especialista.
Es importante, por tanto, apostar por la prevención de la obesidad antes de por un tratamiento cuando ya aparecido, ya que si cuidamos a nuestro animal será más fácil que no engorde y no sufra las alteraciones y enfermedades anteriormente descritas.