Las mascotas, como las personas, pueden sufrir estrés, principalmente los perros, animales sensibles por naturaleza que pueden interiorizar incluso el propio estrés de su dueño como suyo propio.
Normalmente, el estrés en los perros viene dado de cambios en el ambiente. Puede elevar su frecuencia cardíaca e incrementar por tanto su consumo energético, gastando en conducencia casi todas sus fuerzas en combatir dicho estrés. Y cuando esas reservas se agotan, el perro se vuelve débil y es más vulnerable a contraer enfermedades.
Podemos darnos cuenta de que nuestro perro sufre estrés a través de cambios en su personalidad. Si ya de por sí son agresivos pueden exteriorizarlo ladrando, gruñendo o mordiendo. Si por el contrario son más retraídos, puede manifestarse a través de vómitos o diarreas. También es habitual que descarguen el estrés sobre sí mismos, provocándose lesiones en su piel, o también contra los dueños o los objetos de la casa.
Si el estrés viene provocado por aburrimiento o separación, la solución inicial pasará por estar más tiempo con nuestra mascota.
Otros aspectos que pueden causar estrés en nuestra mascota pueden ser un viaje, un cambio de casa o de dueño, la presencia de muchos animales a su alrededor, cambios ambientales, los ruidos como tormentas o petardos, la llegada de una nueva mascota a casa o de otro miembro de la familia, etc.
Además, según más viejo se va haciendo el perro, más vulnerable al estrés será, manifestándose éste con irritaciones en la piel.
A la hora de prevenir el estrés en nuestro perro debemos comenzar por proporcionarle una rutina a la hora de comer, pasear o jugar. Eso dará estabilidad y tranquilidad a su vida. También es aconsejable tenerlo estimulado, activo y bien alimentado.